LAS CRÓNICAS DEL LUPANAR

No se tapa el sol con las manos

EL DÍA EN QUE MATARON A ANDRÉS ESCOBAR


En el año 94 me encontraba en Medellín en casa de quienes fueran mis mejores amigos para ese entonces, me habían invitado a ver el mundial allá y a hacer un viaje a “Puerto Escondido”, un pueblo perdido en el Urabá Antioqueno, un paraíso poco tocado por –la civilización- eran las épocas bravas del narcotráfico y de la violencia en la ciudad pero nosotros estábamos en otra onda, nos gustaba Nirvana, Pearl Jam, tener bandas y molestar a las chicas así que sin quererlo éramos ajenos a todo eso, o no sin quererlo sino más por miedo, por aquello de –deje sano eso que pueden quiñarlo por andar de sapo- ¿Entonces porque íbamos al Urabá? – Fresco que allá nos conocen-

No tengo muy ordenados mis recuerdos pero si estoy seguro de que vimos el partido contra Suiza ya con el alma arrugada porque estábamos eliminados, después de que hasta Pelé dijo que Colombia se iba a tragar el mundial y que nosotros lo creíamos por el inolvidable 5 – 0 y Max Caimán en la mano, el comentario general cuando le ganamos (si, le ganamos porque en el Fútbol gana un país) a Suiza era, -si hubieran jugado así, etc-

La noche anterior a partir hacia Puerto Escondido fuimos a rumbear a uno de los pocos lugares en ese entonces que había para jóvenes que escuchábamos rock en Medellín, se llamaba “El Pub”, un roto psicodélico pintado con impermeable como Music Factory en Bogotá, solo que más pequeño y más oscuro, pero como así eran los lugares que nos gustaban en ese entonces, la pasamos del putas, buena música y buenos chorros. Estuvimos ahí un buen rato. El Pub quedaba al lado de dos bares más, uno que no recuerdo el nombre y otro llamado Bartolomeo, si la memoria no me vuelva a engañar, pero de seguro que si es así algún paisa por ahí me va a corregir. A ese lugar no dejaban entrar menores de 21 años y por eso no podíamos beber allá pero ya me habían dicho que estaba Andrés Escobar en ese momento.

Andrés Escobar fue un futbolista enorme, era un señor, al menos eso percibíamos, yo lo recuerdo especialmente porque físicamente era bien parecido a un primo mío llamado Felipe Zarruk que es locutor deportivo desde hace años en Bucaramanga y por eso al parecer mi familia le tenía especial cariño al jugador, siempre lo nombraban, en la tele solo decían cosas buenas sobre él, hasta que tuvo el infortunado episodio de hacer un autogol en el mundial de Estados Unidos jugando con la selección de un país violento, maleducado y con ínfulas de que todo se podía conseguir con sagre y miedo, un país que se maldijo a si mismo con la violencia y con tanta sangre derramda, una maldición que aun hoy nos acompaña y que a saber cuántas generaciones más tendrán que pagar ese Karma.

Era ya de madrugada y salimos de –El Pub- para bajar por Las Palmas a comer los famosos perros calientes de 500 pesos cuando escuchamos los disparos –Uy jueputa, se están dando chumbimba- me dijo el paisa –apurate guevon que de pronto esto por acá se pone caliente- y tomamos un taxi hacia nuestro destino, comimos y llegamos a casa, a las 5 de la mañana agarramos el bus para Montería y después una flota por carretera destapada que nos llevó al paraíso.

Digo al paraíso porque Puerto Escondido era genial, era maravilloso, un caserío en una playa casi virgen en donde uno bajaba galopando en caballos enormes, en donde se iba a ver la vía láctea en la punta de la bruja en donde un burro se aparecía, en donde los que estábamos allá (que éramos pocos) todos nos mezclábamos y nosotros éramos los reyes, no me pregunten porque pero el papá de mis amigos tenía una casa enorme que se volvió una fiesta entera desde que llegamos.

-Parce, oiga guevón, mire esta noticia- dijo mi amigo con la cara transformada, en ese entonces por allá en el 94 nosotros no teníamos internet, la noticia no era inmediata y en medio de la nada valía huevo el mundo, los celulares que teníamos eran enormes y cada llamada era un billetal, pero como siempre nos enteramos por el medio de comunicación por excelencia, la radio. Andrés Escobar había sido asesinado, dos minutos después de que nosotros salimos del lugar y los disparos que habíamos escuchado eran los que habían acabado con la vida del jugador.

Incluso en un país de sangre como el lupanar la noticia nos chocó en el alma, la gente no lo podía creer ¿Quién en este mundo podría haber sido tan hijo de puta como para hacer algo así? Las autoridades duraron mucho tiempo en saberlo y al final la justicia no se hizo, al que condenaron como autor material solo le cobraron la cuarta parte de su condena y a los demás creo que no les pasó nada, como no le pasa nada a los hijos de puta en este lupanar, un país en donde las personas están convencidas y al parecer la práctica lo reitera, que los mal malos son los que tienen billete y pasan bien y los buenos que se joden trabajando solo cosas malas reciben.

Fue algo trágico, a mí me tocó devolverme a Bogotá a la semana porque por ayuda de mi madre conseguí un trabajo de temporada vendiendo guitarras para Ortizo, ahí fue donde conocí al maestro Sergio Solano y a otro montón de personajes más, gané buen dinero y el resto del mundial ayudo a mitigar un poco la cuestión, pero es algo que jamás olvidaremos todos los que estuvimos vivos en aquel momento y los que teníamos conciencia.

Por eso hoy, que Colombia gana en un mundial después de tanto tiempo, que el fútbol vuelve a ser alegría para un pueblo, el único homenaje que le puedo rendir a Andrés Escobar, es escribir estas líneas y decir que no lo olvido, que es parte de una generación que perdió la vida en este infierno en donde nadie tolera a nadie, pero que en mi mente solo está la alegría que le produjo a mi familia, a mis amigos y a mí mismo cuando nos ilusionábamos al ver a la selección. Otro grande que cayó en un campo de batalla llamado Colombia, llamado El Lupanar!!!