Siempre me ha molestado la falta de ayudas para las personas incapacitadas, los niños y las personas de la tercera edad, increíblemente en este país no hay descuentos para ellos, no hay tarjetas de beneficios, no hay ayudas, son muy contadas. Siempre he pensado que estos tres grupos de la población no deben pagar por alimentación, por transporte o por salud pero eso es en mi mente utópica en donde vive un pedazo de esperanza que cada vez que quiere salir lo agarro a pata y lo vuelvo a meter a donde corresponde, a mi lista de promesas a olvidar.
Porque si nos vamos al otro lado de la página vemos en El Lupanar situaciones que rayan en lo absurdo, de verdad dan ganas a veces de encender a los abuelos, a algunos niños y a uno que otro discapacitado. Ellos, aprovechando su situación han perdido todo respeto por la convivencia ciudadana y les vale madre pasar por encima incluso de la dignidad de los demás.
Y seamos justos, el colombiano podrá ser una porquería, podrá ser ladrón, avivato, pícaro, torcido, mentiroso, creído, perezoso, vago, tiene mal gusto musical, grosero, etc. Pero tiene sus cosas buenas, y una de esas es ser cortés, el lupanarense común es cortés.
No podemos ver algo que parezca extranjero, cualquier rubia decolorada que diga –yes- se convierte de inmediato en el blanco de toda la humanidad del colombiano, los hacen sentir bien, igual en Transinfierno o en los buses si se sube una dama de edad, embarazada o bonita (las feas jamás lo logran) la gente les da la silla, uno tiene la puerta para que el anciano pase y que más símbolo de cortesía que aguantarse a los raperos en el oído de uno en el Transmilleno rimando “mi gente, caliente, demente que siempre pasa al frente, caminando, disparando, no robo mejor rapeo, porque mi mamá dice que soy feo”. Y aguantarse muchas cosas más.
Entonces lo correcto es ayudar a los niños, a los ciudadanos de la tercera edad y sobre todo a los discapacitados. Pero les voy a contar algo que pasó ayer en este lupanar macabro y fantástico.
En uno de los buses de la ruta F1, a la hora pico, recién salido del portal norte se sube una señora con un hombre en silla de ruedas. En el bus ya iba otra persona en silla de ruedas, acomodada de manera atravesada en el espacio designado para los coches de bebe y las personas en sillas de ruedas. Quien acompañaba al otro, se paró en el mismo espacio mirando a la ventana como un French Poodle en Renault cuatro y valiéndole chimba el mundo a su alrededor. Por lo tanto la señora que se subió al ver que no había espacio, en lugar de pedirlo lo que hizo fue sentarse y acomodar al señor de la silla de ruedas en el paso hacia el interior del bus. Al principio todo bien, pero entre más gente entraba a esa lata acordeonada mas se iban hacinando en la parte que queda frente a las puertas. Para completar se sube uno de los músicos de la calle a interpretar ese maldito repertorio aburridor que incluye –Yolanda- , - Gracias a la vida-, -Ay porompompom- y rematan siempre con la aberración de Lamento Boliviano. Mieeeeeerda, y el man de la silla ahí, sin moverse, le pedían permiso y no dejaba pasar, cuando yo le dije –Loco, coloca tu silla en el lugar adecuado para que Arjona criollo circule y cante en otro maldito lado porque no lo soporto y para que los enfermos dejen de frotarse en las mujeres y no vayan a salir en el blog del manoseador, el hombre solo atinó a decirme “Pues acá estoy y acá me quedo” como vil ex presidente frentero y soberbio.
Entonces ¿Qué hace uno? Teniendo el rey del mundo en frente en una silla de ruedas. No puedes agarrarlo a pata porque es una persona incapacitada y el video se convierte en viral y termina uno en cuatro en la picota. No puedes moverlo por que lo denuncian y termina uno en cuatro en la picota, no puedes insultarlo porque entonces van con cara de drama a la policía y termina uno siendo un hijo de puta y termina en cuatro en la picota. ¿Entonces que se hace? Nada… aguantar porque no hay otra cosa. Salir por la puerta de atrás y dejar que el rey del mundo termine su viaje sintiendo que puede pasarse por el ano a la sociedad, al igual que se lo pasan los niños que se meten por las puertas laterales, los abuelos que madrean a todo el mundo y empujan con las nalgas a quienes van alrededor, se tiran pedos y miran mal y que siguen alimentando más y más el odio y el desprecio de las personas a las que les toca por obligación utilizar este sistema de transporte.
Oh Lupanar, OOOOOOOOOOOOH lupanar, como te amo, cantemos todos al unísono por la larga vida al lupanar.