LAS CRÓNICAS DEL LUPANAR

No se tapa el sol con las manos

LA SILLA DEL ÉXITO

Trono:
Un trono es el asiento oficial sobre el que se sienta un monarca en ocasiones ceremoniosas. El trono tradicionalmente consiste en un asiento grande y lujosamente decorado que se sitúa sobre unas gradas. Cuando el trono está bajo dosel se le llama solio, por ejemplo el solio pontificio. En los palacios, se situaba en la llamada sala del trono o salón del trono.
(Wikipedia)

A veces todos los hombres somos banales, nos gusta y disfrutamos cualquier cosa, una camiseta, el Xbox, un balón, un modelo de LEGO para armar, etc. Las cosas son la prueba de que el hombre tiene la capacidad de transformar el entorno en lo que necesita.

Pocas veces he deseado cosas que no sean guitarras o aparatos de música, hace años no compro ropa y la verdad me resbala casi todo lo que sea “material”, eso sí, mi compu y como digo las guitarras las adoro.

Mi silla desde el año noventa y algo!!!
Un día me di cuenta que estaba sentado en una pedazo de silla que existía hace 23 años, de esas que mi papá tenía en una oficina revieja, y yo le dije – padre, si puede regáleme ese pedazo de silla- el me la dio y yo la monté en un taxi y la traje a casa. Una lapa de silla, sin espaldar, solo cumplía con su cometido, dejarme aplastar y que me dolieran las costillas durante tres horas seguidas. Sin embargo ese pedazo me acompañó más de cinco años y aún lo tengo, menos mal no lo boté les voy a contar por que!!!

Una noche pensé –¡Mierda!, sería chévere comprarme una silla, una buena silla en donde me pueda reclinar, algo bueno, algo que valga la pena- y decidí que lo iba a hacer.

No sabía yo que una silla pudiera costar tanto dinero, son extremadamente caras, putamente caras, ¡!!Que cosas más hp de cara!!!, vi cientos, bonitas, feas, horrendas, preciosas, lujosas, etc. Al final me decidí por una de El Éxito que costaba 160 lukas.

Gracias a Dios la vida a veces me sonríe y no he sufrido tampoco demasiado por dinero, pero hermano, 160 lukas en un país en donde el sueldo mínimo son 600 mil pesos, estamos hablando de casi el 30% del sueldo de una persona que trabaja 8 horas diarias para poder tragar y vivir mal en este lupanar, sin embargo no era tan alto como otras y se veía buena, la publicidad ni hablar, según El Éxito, esta silla es la mondá en salsa bechamel con queso.

Así que la pague y la llevé a casa. La armé y quedó preciosa. Linda la hp!!! Me senté y me sentí todo un gerente, me tomé fotos y las subí al Face con el respectivo comentario sarcástico –Ahora sí soy gerente- y me dieron muchos likes, toda una apología a este mundo consumista y superficial en el que vivimos, por fin parecía yo encajar en el sistema, solo me faltaba al otro día colocarme corbata y subir otra foto que dijera – Ya en la ofi!!!-

Me levanté temprano, me bañe (Cosa que es un sacrificio) y me coloque mi pinta con corbata que me presto el vecino, que cosa más bárbara, me veía bonito y todo. Alisté mi cámara en el cuarto y salí a tomar la foto cuando de repente casi lloro, es más, lloré.

La silla de El Éxito 23 días después de comprada ¿Alguna diferencia con la otra?
Mi silla nueva que había llegado a casa hacia menos de 12 horas yacía en la mitad de la sala con toda su “cuerina” destrozada en la parte donde uno se sienta. ¿Pero cómo era posible? Pues claro, la cuerina puerca de mala calidad no soporta los botones de los pantalones que usamos, sencillamente se destrozó. –No importa- dije yo –aún soy gerente, eso le coloco una cobijita y ya.

Cobijita encima me senté pero ya no quise tomar la foto, ¿Qué putas hace un gerente encima de una cobija? Ni que fuera perro. Nada, la silla quedaría entonces como fiel compañera de todas aquellas noches de creación y disfrute frente a la compu.

Y así fue, el espaldar también se comenzó a desgastar, mis amigos me preguntaban ¿quién me había reglado la silla? y yo les respondía –parce, es la silla del éxito- sin que ellos supieran que “El Éxito” era el almacén, se cagaban de la risa y me decían que si eso era el éxito entonces preferían el fracaso.

A los 10 días de comprar mi sillita,  nostálgico por mi fracaso en la imagen gerencial, me recline exhausto en ella y cerré los ojos para meditar. Ya casi me estaba desdoblando cuando un crujido sonó y mi cabeza se dio contra el piso como a 80 kilómetros por hora, la maldita silla se partió en el brazo que la sostenía y no voy a extenderme a los tres días después de amarrarla, remacharla y cuanta chimbada le pudimos hacer, llegó un amigo y se sentó y no me dejó terminar la frase – cuidadooooo con la si…- cuando ya estaba en el piso con el labio roto porque se partió el otro lado.

Así mis amigos, la silla de El Éxito terminó sus días sin incluso cumplir un mes de estar acá. Yo iba a ir a pelear al almacén pero me di cuenta de una cosa, que el pendejo fui yo, por no buscar bien, por creer aun en ese tipo de almacenes que nos agarran y nos exprimen y disfrazan su negocio puerco de responsabilidad social. El Éxito al final siempre ha sido una firma avara y poco transparente que creo su propia tarjeta y su propia marca para poder hacer lo necesario para sacarle al pueblo lupanarense hasta lo que no tiene. Cientos de miles endeudados con ellos y lo peor, lo que venden no es bueno.

Yo, yo volví a colocar mi pedazo de silla que mi padre me había regalado y la “SILLA DEL ÉXITO!” ahí está colgada en la sala de mi casa para que jamás se me olvide que en este país, lo único que importa es el billete, incluso antes que la misma vida!!!