LAS CRÓNICAS DEL LUPANAR

No se tapa el sol con las manos

CUATRO AÑOS, CUATRO BALAS


Estoy haciendo este escrito mientras califico algunos examines nacionales, como dice mi esposa, cualquier sociólogo daría lo que fuera por poder leer lo que miles de estudiantes tienen en la mente, pero no es tan alentador. Los universitarios en Colombia no saben escribir, no tienen buena ortografía y lo peor de todo es que la mayoría, no todos, son indiferentes a la realidad de un país como estos.

Colombia y el mundo en general se han convertido en un lugar en donde todos vivimos juntos en sociedad pero no nos importa lo que le pase a los demás, las tragedias son tragedias únicamente cuando nos tocan a nosotros, los problemas son problemas cuando son nuestros y las enfermedades son reales solo cuando nosotros las sentimos. Es común encontrar personas tragándose sus palabras, comiéndose sus sueños en sueldos mínimos para poder sobrevivir y “realizarse como persona” en esta vida.

Hemos fracasado como sociedad, somos un montón de pedazos de carne que caminamos sometidos a la búsqueda de dinero que nos permita ponernos una pata de pollo en la boca, la mayoría trabaja ocho horas para llegar a pagar un arriendo o una cuota de una casa en la que solo están mientras duermen. Consumimos lo último que quedaba de nosotros.


Hoy, antes de escribir este párrafo, me senté a pensar cómo sería estar cargando un arma con la mente puesta en cuatro niños, sé que en el mundo muchos niños son asesinados a diario y que no es un problema exclusivo de esta tierra. Pero ¿Entonces esa es la excusa? ¿Es usted de los miserables que piensa que porque en otros lados es peor entonces acá debemos tolerar esa clase de miseria? ¿Es usted de los indiferentes que vocifera frases como “si no le gusta váyase?, entonces usted debe replantear su vida y el asunto de ¿por qué está usted acá? Porque si usted piensa que la misión de un ser humano en la tierra es pasar por ella solo tragando y cagando sin que su entorno importe entonces usted es un estorbo, es una vida perdida, un bagazo, un pedazo de carne que respira y ya, esperando a envejecer de la mejor o peor manera para abandonar esta tierra del mismo modo en que pasó por ella, vacío.

Igual o peor suerte merece entonces una persona que carga el arma y es capaz de ir a ver un niño de cuatro años a los ojos y después apretar el gatillo, ver explotar su cabeza, ver su cuerpo caer y repetir esta acción con otros tres. Esto no es un ser humano, ni siquiera un animal, esto es el producto de una sociedad enferma, decrepita, decadente, que nos ha enseñado que el dinero y un par de zapatos asquerosos hechos por esclavos en china valen más que la misma vida. El producto de la educación mediocre de un país a medias. Qué pena una tierra tan hermosa como esta llena de hijos de puta como nosotros.

Hoy me da pena, no quiero se colombiano, me da rabia, me siento impotente, entre más escribo estas crónicas trato de pensar ¿Hay algo bueno? ¿Hay esperanza? ¿Algo funciona en esta patria? Pero busco y busco y no encuentro mucho de que aferrarme para ser optimista. Como lo dije en un escrito, odio escribir estas cosas pero no soy de los que tapa la realidad con los partidos del Real Madrid.

Levanto una oración y me trago mi odio por esos niños asesinados a sangre fría. Dios se apiade de este lupanar.