LAS CRÓNICAS DEL LUPANAR

No se tapa el sol con las manos

DE LAS COSAS QUE NOS ENSEÑARON


Tal vez a usted estas crónicas del lupanar no le interesen mucho, pueden ser una parodia, o una pataleta. Eso sucede porque su responsabilidad e interés social está al mismo nivel que el de un perro de taller, pero no es su culpa. De seguro es culpa de la mediocre educación que hemos recibido, la que nos enseña que no importan los demás, que lo importante es uno y después tal vez su familia, el resto del planeta puede morirse.

Hasta cierto punto es verdad, cuidar lo propio es importante, pero la regla se rompe cuando las acciones de los demás lo afectan a uno, es decir, cuando lo que haga “el otro” o lo que haga “uno” tiene una repercusión física o psicológica en otra persona, ahí sí importa y hay que intervenir porque el mundo suyo se convierte en el mío.

Bogotá ya no puede caer más bajo, es una ciudad llena de gente horrenda, de rateros, de indigentes, asesinos, putas, ladrones finos y baratos, bandas de atracadores, etc. Hace unos días vino una banda de Rock desde la ciudad de México, el D.F. no es que sea tampoco un ejemplo mundial pero que pena con ellos, desde el mismo momento en que bajaron del bus (Venían de Cali) los recibió un policía de esos que piden papeles en El Terminal pero jamás se meten a “La Ele”, las callen trancadas, puercas, ladrones por doquier en la Caracas con Jiménez, ya son descarados, ya andan tranquilos en las calles vacías por donde no se ve ninguna autoridad. La ciudad ya es de ellos.

No se puede montar en Transmilenio porque está lleno de vendedores y cantantes que así uno no quiera tiene que escuchar, además de aguantarse el corral de vacas, unas apretadas contra otras, peleando, oliendo a feo. Es una ciudad que destruyeron ¿Y por qué? Porque los gobiernos sea del color que sea se dedicaron a dictar sus utopías haciendo cada día más de Bogotá una desgracia.

Casi todo se debe a las ideas que nos vendieron cuando éramos niños, a esa idiosincrasia descarada y vaga del colombiano, nos enseñaron cosas que no existen y que nosotros tomamos como ciertas, frases como “Usted puede ser lo que quiera si se lo propone”, “El dinero no compra la felicidad”, “Pórtese bien y le doy un regalo” y un sinfín de mitos familiares que dañan a cualquier hombre.

Usted no puede ser lo que quiera, eso es mentira, usted puede ser una cosa, bien hecha y para eso debe estudiar y trabajar, el dinero en gran parte si da felicidad, no tenerlo es terrible y se vive en constante sufrimiento, no todo lo que se hace en la vida debe ser esperando una recompensa.

Desde niños nos infunden creencias, ideologías, leyes, reglas y un sinnúmero de parámetros que regirán nuestras vidas, hasta nuestra adultez, hasta la muerte. De estas ideas podemos extractar las que nos gusten, las que nos sirvan y las que consideremos sean buenas para nuestra vida. Sin embargo, no todo lo que brilla es oro y la sabiduría ancestral también se equivoca, sobre todo cuando el mundo ha tenido un cambio tan drástico como el que tuvo.

¡La intolerancia!, ¡La diversidad!, pero colocan buses para mujeres, si uno no aguanta la mediocridad es “intolerante”, el “usted no sabe quién soy yo”, el colombiano es así porque en su mundo se cree lo máximo y como todos somos lo máximo pues acá se vive una guerra sin final para someter al otro física o intelectualmente y ahí vienen los muertos, las peleas, las diferencias y el decaimiento continuo de la moral, la vida en este lupanar al que ya estamos acostumbrados y nadie hace absolutamente nada por remediarlo porque al fin y al cabo, el que importa es uno.

Frases como “A caballo regalado no se le mira el diente”, “Gracias a dios hay trabajo”, o que alguien vaya a tocar en una feria o un restaurante afuera y crea que es el Wembley. Esas ideas que nos han vendido solo para no aceptar la realidad, para no aceptar que esto es un moridero, “No hablo pero lo entiendo” dicen todos los que no tienen ni idea de Inglés solo porque el ego no les permite aceptar que no saben, nos acostumbraron a que quien maneja todo es un “sistema” ya no los humanos, a que todo el mundo está en reunión, al protocolo para todo, a lamer traseros, a que la gente se coloca títulos como doctor o curador, tengo amigos que inventan que son periodistas, maestros, actores, directores de cine, ingenieros y no les da pena publicarlo en el periódico, en Facebook, en el blog, son descarados, creando vidas imaginarias y aportándole al país mentiras y odios. Nos acostumbraron a que no hay agenda, a que nadie escucha, a no contestar, a que los servicios públicos son una basura, a Sayco, al reguetón, a la televisión de narcos y putas y nadie hace nada, todos esforzándose por sobrevivir y mantenerse en este sistema, en este dispositivo creado para someternos. Ya no hay más, ya caímos lo más bajo que pudimos y lo peor es que quitaron la escalera para salir de nuevo. Bogotá encontró el camino para mantener a sus habitantes en constante necesidad y un hombre con necesidades es un cero a la izquierda.

Larga vida al lupanar!!!

A propósito, acá les dejo el ejemplo del perfecto funcionamiento de una puerta de 60 millones de pesos “anticolados” en Transmilenio. Mandaron a hacer un millón: http://denotelopuedocreer.com/wp-content/uploads/2015/04/ColadoTransmilenio1.gif